"Mi hijo era un taxista y nos daba el dinero para sobrevivir, pero en el paro de transportadores de mayo en un intercambio de disparos lo asesinaron y nosotros quedamos solos y sin recursos" afirma don José.
La historia de ellos es solo una de las 250 mil reportadas solo en Bogotá, donde los usuarios de créditos de vivienda se colgaron en las cuotas y en la mayoría de los casos perdieron sus casas las cuales fueron rematadas por los bancos.
El drama de la familia Meliton cada día se agudiza más, ellos se niegan a salir de la casa donde han vivido durante 30 años: “De aquí me sacan pero muerta” dice la mujer. "No podemos pagar eso y además nuestro crédito fue para reformas, no para compra" afirma don José.

Estos casos olvidados por las autoridades revivieron el pasado 3 de septiembre ante los hechos de protesta protagonizados por el señor Modesto Salcedo, quien rechazó a su manera la orden de desalojo emitida por un juez de Bogotá que lo obligaba a desocupar su vivienda para ser entregada al nuevo dueño que ya había comprado la casa en un remate. Esa tarde don Modesto y su familia recibieron con piedra y agua a las autoridades judiciales. En los hechos dos policías resultaron lesionados.
Ante este dramático caso, la Corte Constitucional citó una reunión extraordinaria a la que asistieron todos los magistrados de la Corte y trató el tema de los créditos hipotecarios durante tres días.
Finalmente la Corte decidió que todos los procesos ejecutivos por deudas del UPAC anteriores a 1999 deben terminarse y las deudas deben ser reliquidadas y refinanciadas.

En cuanto a los remates la situación es diferente, quienes ya tienen el proceso inscrito en la oficina de Instrumentos Públicos tendrán que entregar sus viviendas a sus nuevos dueños, pero quienes no tienen el registro pueden volver a adquirir sus casas iniciando un proceso judicial.
La Corte también pidió al Gobierno Nacional alternativas de créditos que beneficien a los afectados que perdieron sus casas haciendo valer el derecho a una vivienda digna. Ahora resta esperar que tan efectivo es el fallo y sobre todo, si se cumple o no.
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