Foto / Juan José Posada Uribe
Quiero dedicarle un espacio en mi Blog a una persona que es muy especial para mí y a quien quiero mucho. Se trata de mi suegra Consuelo Uribe, una mujer espectacular que llegó a mi vida en un muy buen momento y que aunque está radicada en Estados Unidos no ha dejado de ser una paisa con buenos sentimientos y con el amor por su Colombia.
A continuación encontraran una poesía que ella me envió y que yo quiero divulgar para que ustedes la conozcan.
El condenado tras las rejas ve el sol brillar entre barrotes negros que cubren un pedazo de adobe y cemento llamado pared. El condenado de dolor y soledad no puede ver la luz del sol sino a través de un gesto de cariño, de una sonrisa locuaz o de un abrazo fraternal.
Cuando se es joven el sol brilla solo para El; el resplandor de su alegría adorna su rostro y el infinito siempre será infinito sin prever que algún día será abarrotado por los años y el cansancio de vivir.
El anciano deambula sin ansiedad, sin una luz que alumbre su camino, cargando el olvido de los seres que un día fueron su existencia, creyendo que lo amaban, camina con el rostro surcado de arrugas y sus lagrimas forman un arroyo en cada una de ellas.
Sus espaldas llevan un peso muy controlado de sus emociones, despertando en esos amaneceres con muy poca visión para observar la nitidez de un nuevo día porque la bruma de sus pesares no dejan ver la transparencia de los follajes, el verdor de los seres vivientes nacidos en tierra, ni el vuelo de las aves que revolotean cerca de su cabeza, ni la sonrisa de los niños que juguetean a su alrededor, solo ve el transeúnte apático donde solo desprecio aflora en su sonrisa con la indiferencia que adorna su arrogante figura y que solo maltrata al anciano que por su curvatura vertebral, su mirada ausente, su lento caminar causa repudio.
Consuelo Uribe
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