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Comunicadora Social Periodista con Especialización en Gerencia de la Comunicación Organizacional. Ganadora por Colombia del programa para periodistas líderes del mundo Edward Murrow 2009. Ganadora Premio Bicentenario de periodismo 2010: Construcción de memoria en categoría de televisión. Periodista judicial en City TV y Canal Caracol. Presentadora del programa "Fiscalía para todos"

jueves, octubre 08, 2009

En Oklahoma encontré la mejor descripción del sancocho colombiano.

Olla de sancocho colombiano
Foto / Archivo personal


Tal vez el plato más tradicional de Colombia y con el que nos reconocen en todo el mundo es el sancocho. Siempre que viajo a otro país o estoy con extranjeros explico que es una especie de sopa con papa, yuca, plátano y dependiendo de la región se le puede agregar carne, pollo, pescado o hacerlo mixto.


Sancocho cocinado con leña y servido
Foto / archivo particular

Mi mamá dice que para obtener un buen sancocho se debe dejar hervir el agua con la verdura durante un buen tiempo para que tome sabor y yo que no sé cocinarlo muy bien, siempre me acuerdo de la sazón que le dan mi mamá, mis tías y mi abuela que le imprimen ese saborcito especial que extraño en mi fría Bogotá.

Pero en mi viaje por Estados Unidos y específicamente por Oklahoma le encontré otro significado al sancocho. Me di cuenta que más que un plato típico es una mezcla de amistad, recuerdos, familia, pero sobre todo de mucho amor.

Martha Lozano - colombiana en el exterior
Foto / archivo particular

Los coordinadores del viaje al que asistíamos 18 periodistas de Latinoamérica, organizaron un recorrido por el museo Cowboy y por cosas del destino terminé desviándome de la ruta y entrando a la cafetería donde me esperaban mis amigas Patricia Figueroa y Helen Ralón, de México y Guatemala respectivamente. Ellas estaban con la administradora del restaurante y me miraron con cierta picardía. Al acercarme me presentaron a Martha Lozano, quien lleva diez años en Oklahoma, pero nació en el departamento de Boyacá en Colombia. El sentimiento del encuentro es indescriptible, ella me contó que vive con su esposo y sus hijos en una tierra extraña que le permite vivir cómodamente, pero en realidad desea estar en Colombia con el resto de su familia.

Aunque tienen un buen trabajo, ni Martha ni su esposo pueden salir de Estados Unidos porque no tienen los papeles al día. Cuando hablaba con ella sentía la nostalgia en sus palabras. De un momento a otro le preguntó a mis amigas, ¿ustedes saben qué es un sancocho? Yo le respondí: es "una sopa", pero ella me dijo: "no, ya te digo qué es" y trajo la impresión de un correo electrónico que empecé a leer y no pude terminar, mi voz se me quebrantó en el segundo párrafo cuando los sentimientos y recuerdos de mi familia en el Huila llegaron a mi corazón.

Familia reunida alrededor de un sancocho
Foto / Archivo particular

La historia empieza con un papá que está con su esposa e hija y en algún momento de la conversación la joven que no conoce Colombia le pregunta a su padre ¿Papá, qué es un sancocho? La mamá dice: "es una sopa", pero el papá corrije: “No hija, no es sólo una sopa de agua y verduras, es mucho más que eso. Para un colombiano un sancocho es amistad, amor, fraternidad, besos y abrazos. Es compartir con el vecino, con los amigos, con el que llegue. Es parranda, es rumba, es navidad, es semana santa, carnaval, playa, aguardiente, ron, raticos, momentos, años. Es sol, llano, montañas, manantial y río al carbón. Es tambor y pescado, carne y verduras, es ricura, es familia, es amor".

El mensaje es más extenso, pero yo comprendí en las palabras de Martha y en las de sus trabajadores, otros colombianos de Bucaramanga, Medellín y el Huila, que más que hacer parte de un menú, el sancocho representa el deseo de volver a su país a estar con sus seres queridos y disfrutar de un abrazo, de una compañía y de su tierra.

Colombianos residentes en Oklahoma, Estados Unidos
Foto / Archivo particular


Soñemos que Martha puede resolver su situación migratoria que le permitiría regresar aunque sea durante las vacaciones al país que tanto ama y estar con sus seres queridos. Soñemos que sus hijos pueden disfrutar de ese delicioso sancocho con toda la familia al lado de un rio, en medio de un paseo o en la casa de la abuela.

Yo por mi parte le cumpliré a Martha dos promesas: la primera publicar su historia y la segunda llamar a su tía Ana a la que no ve hace muchos años. A Ana le recordaré que en un país lejano hay una mujer que le envió su corazón.

Si usted quiere enviarle un mensaje de apoyo moral a Martha y a su familia, quienes extrañan a Colombia y al sancocho, escríbame a
rojasclarosmarce@gmail.com que yo los pongo en contacto y recuerde que cuando visite el museo de Cowboy en Oklahoma, en su restaurante está Martha, quien seguramente le dará un fuerte brazo y le ofrecerá un delicioso café colombiano.